Génesis 6:3
Y dijo Jehová: No contenderá mi espíritu con el hombre para siempre, porque ciertamente él es carne; mas serán sus días ciento veinte años.
Los hombres del mundo prediluviano eran bien longevos, el libro de Genesis nos dice que Adán vivió novecientos treinta años (Ge. 5:5), Noé el pregonero de justicia, vivió novecientos cincuenta años (Ge. 9:29), la maldad era mucha en la tierra, Dios como un Padre amoroso y responsable, en una acción disciplinaria para con sus criaturas, contiende con el hombre, hablando, reprendiendo, quebrantando, afligiendo y enfermando, para que de alguna manera los hombres reflexionarán acerca de sus caminos y procedieran al arrepentimiento.
Como si Dios dijera; ya no voy a lidiar con el hombre casi un milenio, me es un duro trabajo: Is 57:16 Porque no contenderé para siempre, ni para siempre me enojaré; pues decaería ante mí el espíritu, y las almas que yo he creado, ahora serán sus años ciento veinte, este es el tiempo que les doy para responder, durante este periodo contenderé.
Como si Dios dijera; ya no voy a lidiar con el hombre casi un milenio, me es un duro trabajo: Is 57:16 Porque no contenderé para siempre, ni para siempre me enojaré; pues decaería ante mí el espíritu, y las almas que yo he creado, ahora serán sus años ciento veinte, este es el tiempo que les doy para responder, durante este periodo contenderé.
Mirándonos a nosotros mismos, deberíamos preguntarnos: ¿hay aspectos en mi vida con los que Dios esta contendiendo?, malos hábitos, malas mañas del pensamiento, malos rasgos del carácter, intensiones impuras del corazón, aspectos de nuestra realidad interior y de nuestro comportamiento exterior donde nos encontramos resistentes, donde el Espíritu Santo no puede trabajar para formar a Cristo en nosotros.
Se ahorraría mucho tiempo y sufrimiento si con determinación presentamos nuestras vidas delante de Dios con un espíritu quebrantado y humilde, rindiendonos a El en oración, ofreciéndonos dócilmente para que el Espíritu de verdad no guié a toda verdad.
De ese modo Dios no será nuestro adversario o contendiente, sino nuestro ayudador.
Is. 56:8 Entonces nacerá tu luz como el alba, y tu salvación se dejará ver pronto; e irá tu justicia delante de ti, y la gloria de Jehová será tu retaguardia.
9 Entonces invocarás, y te oirá Jehová; clamarás, y dirá él: Heme aquí.
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