miércoles, 28 de octubre de 2015

Necesito un Dios que me ame!!!




Hace unos años, cuando mire por primera vez la versión biografica acerca de la vida del gran reformador, quede impactado, frente a lo que para mi es una de la escenas más intensa de la película, cuando en confesión de sus pecados uno de sus padres espirituales le pregunta; ¿Martín que es lo que buscas encontrar? exclama estas palabras: Un Dios piadoso, una Dios al que poder amar, UN DIOS QUE ME AME.


Martín Lutero, un sacerdote que emprende un largo camino de cumplimientos, intensamente dedicado a todos los deberes que le eran impuestos, mientras su alma vacía gemía, buscando en las tinieblas religiosas el amor se un Padre cariñoso.


¡Cómo las tinieblas de la religión pueden envenenar el alma!


Como el diablo juega en la mente de hombres carnales, quienes se supone representan al Dios eterno, hombres que actúan con mecanismos semejantes a los fariseos que crucificaron al Dios al cual servían, la mente natural puede transformar la hermosura de la verdad revelada, en un instrumento de confusión y muerte.


Como un grito que brota de las profundidades del ser, como un abismo que llama a otro (Sal. 47:6), así cada corazón humano, casi siempre en un plano inconsciente, gime anhelando la restauración del testimonio del Espíritu Santo, dando testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos, y que somos amados.


En un enredo de distraída confusión y desobediencia, el hombre mundano se aleja voluntariamente de este amor eterno, pero el discípulo interesado en Dios, sin saberlo, muchas veces queda cautivo de una comprensión deformada del llamado del evangelio, la buena noticia parece no ser tan buena.
Escuche a un predicador al que admiro decir: Charles Spurgeon solía apartar un momento en el día para recordar y meditar en la grandeza de la obra redentora, el perdón y la bondad que nos fue concedida en Cristo, llamaba a aquel espacio de reflexión: el momento feliz.


Parece que el rey David tenía el mismo hábito: Salmos 104:34 Dulce será mi meditación en él; Yo me regocijaré en Jehová.


Necesito conocer y caminar con un Dios que ame, fue el clamor de Lutero y también el mío.


Temo que nuestra moderna cristiandad en su búsqueda desesperada de milagros y prosperidad, haya perdido el rumbo. Quien no sabe lo que busca, no entiende lo que encuentra dice un viejo adagio, que define mucho de lo que hoy se vive.


No hay regocijo mayor que sentirse amado, no hay ningún momento que se pueda comparar al amor.

Efesios 5:18-19
No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu,
hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones...


Solo podemos servir con verdadera pasión a un Dios por el que nos sentimos amados apasionadamente,  y así se describe el amor de Dios en las escrituras:


Santiago 4:5 ¿O pensáis que la Escritura dice en vano: El Espíritu que él ha hecho morar en nosotros nos anhela celosamente?

Quiero pertenecer a una iglesia que canta con gozo, que desborda gratitud, que se sabe intensamente amada, que sirve a Cristo en un espíritu de fe, pues aun la fe (la que nos salva y la que nos hace vivir en victoria) se activa por amor. Ga. 5:6

No hay comentarios:

Publicar un comentario