lunes, 26 de octubre de 2015

Mirad bien...

Hebreos 12:15
Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados;

¿Como es este mirar?
No es el mirar de un padre atento, movido por amor, a velar constantemente por los suyos.
Es el mirar de un atalaya bien ubicado, como vigilante celoso, como un marino en el mástil superior anticipando los peligro para aquellos los que van en la nave, la vida de la tripulación depende en gran medida del discernimiento de quién tiene la responsabilidad de esa ubicación.

Hechos 20:28
Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre.

Aunque Jehová cuide la ciudad, de igual manera la guardia debe velar, o quizá ese sea uno de los modos en que Jehová cuida de los suyos.

Quién puede estar a la altura de tan grande responsabilidad, ningún hombre en sus capacidades naturales es depositario de tal discernimiento y sabiduría. Padres, maestros, líderes y pastores, deben aprender a subir a la torre de oración, y desde la comunión con el príncipe de los pastores mirar el pueblo que le fue confiado, no hay manera más efectiva de velar , de mirar para realmente poder ver.

Así como existe la innegable necesidad de planificación, enseñanza ordenada, relaciones fuertes y ágiles, elementos sin los cuales la marcha de la iglesia se desmadra, estos otros elementos de carácter profético que se ejercen desde lo anónimo, son tan o más indispensables que aquello que resulta práctico y necesario, pero por regla general caen en el descuido, pues requieren de nosotros una entrega muy superior a lo organizativo.

Cuando la lámpara está apagada inexorablemente vendrán los tropiezos.

Hebreos 3:12
Mirad, hermanos, que no haya en ninguno de vosotros corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo;

Llámanos oh Dios a escapar del pragmatismo estéril, llamanos a pararnos firmes frente a nuestras superficialidades, y buscar las aguas profundas y los lugares altos, para poder velar por nosotros y por los tuyos.

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